Forman parte de nuestro día a día desde hace décadas o incluso siglos, pero nunca nos hemos parado a pensar cuál es su origen ni, mucho menos, si fueron diseñados para desempeñar la función por la que los conocemos. Sin embargo, la Historia está plagada de inventos que se dieron por error, bien porque se habían pensado para un fin distinto o bien porque simplemente se descubrieron por casualidad.
A continuación, te contamos algunas de “las invenciones casuales” más curiosas y variopintas surgidas, eso sí, del mismo denominador común: la curiosidad de la mente humana.
Ruleta
Sin duda es uno de los juegos de casino más famosos del mundo, pero lo que pocos saben es que este entretenimiento que nunca pasa de moda cuenta con siglos de historia.
Pese a que hay varias hipótesis sobre el origen de la roulette (“rueda pequeña” en francés), la versión más aceptada es que debemos su existencia al matemático, físico, filósofo e inventor Blaise Pascal. A este genio del siglo XVII se le atribuyen también otras invenciones como la calculadora, pero, en el caso de la ruleta, no estaba intentando encontrar un artilugio para poder decir aquello de “hagan sus apuestas”, sino que esta rueda surgió de su intento (fallido) de producir el “movimiento continuo”.
Casi dos siglos después, los hermanos Louis y François Blanc, a través del Casino de Montecarlo, se encargaron de convertir esa rueda de giros casi infinitos en el popular juego que es hoy. En la actualidad, este invento científico sigue presente no solo de manera física, sino también digital; la online roulette es un entretenimiento disponible en cualquier momento y lugar que cuente con conexión a internet, 24/7. Así que, en cierto modo, Pascal consiguió finalmente su movimiento continuo.
Internet
Hablando de la “red de redes”, tampoco internet estaba pensado en un principio para convertirse en un objeto de consumo de masas. Sus orígenes se remontan a los años 60, cuando el Departamento de Defensa de Estados Unidos empezó a desarrollar una red de ordenadores denominada Advanced Reasearch Projects Agency Network (ARPANET) con el objetivo de crear un espacio privado y seguro para compartir información y documentos militares entre grandes distancias.
En los años 80, esta red se fue sofisticando y ampliando, aunque no fue hasta 1989 cuando se produjo el gran punto de inflexión en la historia de internet. Ese año, el científico del CERN Tim Berners-Lee creó la World Wide Web (WWW); con la aparición de las páginas web, internet se hizo más asequible y fácil de utilizar. El resto es historia. Internet ha llegado para quedarse, aun dejando algunos damnificados por el camino, y hoy en día es indispensable.
Plástico de burbujas
A veces un invento evoluciona hasta tener una función completamente distinta a la que tenía en su origen, y otras, esa evolución es directamente una reinvención. Es el caso del plástico o papel de burbujas, técnicamente conocido como “film alveolar”.
El ingeniero Al Fielding y el inventor Marc Chavannes lo que buscaban con este material de burbujitas que a todos nos encanta explotar era un tipo de papel para la pared. Como el papel pintado, pero de plástico, con la idea de que fuera un buen aislante térmico. No parece mala idea, pero no triunfó en absoluto; tampoco cuando lo intentaron vender como cobertura para invernaderos.
Fue a partir de 1959, cuando IBM empezó a comercializar su ordenador 1401, que se encendió la luz para Fielding y Chavannes, quienes propusieron utilizar su idea como material de embalaje.
Rayos-X
Se dice que la “serendipia” es el descubrimiento casual que tiene un gran valor. La serendipia más famosa es la penicilina, que Alex Flemming descubrió de chiripa. Pero hay otro invento tremendamente valioso para el campo de la salud que también se descubrió por pura casualidad: los rayos-X.
Aunque se basó en invenciones y experimentos de científicos como William Crookes o Nikola Tesla, se atribuye el descubrimiento de los rayos-X a Wilhem Conrad Röntgen. En realidad, lo que el físico alemán buscaba era crear un nuevo tipo de bombillas con rayos catódicos. Sin embargo, lo que se encontró fue unos rayos invisibles que podían atravesar la materia sólida; este hallazgo fue tan inesperado, que los llamó “rayos incógnita” (X) porque no tenía ni idea de lo que eran.